sábado, 30 de agosto de 2014

304- Ocho escalones hacia la ignominia (o del paroxismo, al abismo)


Para mis amigos allende los mares tengo que comenzar esta crónica (que formará parte del grupo “Aventuras, desventuras y papelones”) explicando que aquí, en Argentina, se ha popularizado un juego de preguntas y respuestas denominado “Los Ocho Escalones“. Juego en el que los participantes debían responder preguntas formuladas por “la producción“, compitiendo por la respuesta correcta con Iván de Pineda, un joven muy viajado, y con el temible Gerardo Sofovich, actor, productor, conductor, guionista y director argentino, que era el terror de los concursantes porque no se equivocaba jamás.

A mí me encantaba el programa. Miércoles, sábados y domingos, semana tras semana, me hacía la sabihonda en el sofá del living, emulándole la partida a Sofovich por la tele y pensaba que podía ganarle. Evidentemente, el haber vivido con los abuelos y ser hija única me dejaron con la autoestima intelectual más alta de lo conveniente, porque de otro modo no se explica que haya creído que tan fácilmente podría competir subiendo los ocho escalones.
No obstante, como carezco de sentido del ridículo, hace tres semanas completé el formulario de participación…¡y me llamaron!

Ricardo, un joven productor, se comunicó conmigo al celular, justo cuando me paseaba con mis amigas Alicia y Norma por la quinta de Mónica y César en San Pedro, luego de participar en la Fiesta de la Ensaimada.

El tal Ricardo me explicó que me haría un cuestionario de Cultura General en ese mismísimo momento. Mi amiga Alicia me hacía señas: “decile que te llamen después”, pero, atolondrada como es una, yo manoteaba afirmativamente entre coles y zanahorias porque pensaba que si no respondía al jovenzuelo en ese preciso momento, mi camino a la fama quedaría cercenado para siempre. De modo que, ahicito nomás, al pie de unas plantas de tomates, comencé con las respuestas de Cultura General. Según el joven, esta servidora dio el pinet necesario para competir con don Gerardo y con el buen mozo de Iván y quedó citada para la próxima grabación que sería…¡en dos días!

Pero… el ascenso de la famosa escalera tenía un precio especial: me habían invitado a la primera grabación de un nuevo formato del programa, en el que los participantes debíamos confeccionar la friolera de ¡cincuenta! preguntas. Esto se debía a las dudas que existían sobre la honestidad del concurso. Se decía que a los contrincantes famosos las respuestas les eran develadas con anterioridad y ahora, llevando nosotros preguntas, a una de ellos, responderíamos con una nuestra. De ese modo todo sería más equitativo.

Tenía veinticuatro horas para redactar el cuestionario, con una fuente comprobable que no fuera Wiki Wiki y con cuatro opciones.

No quieran saber los lectores lo que fue mi vida a partir de ahí. Matizada por las bromas de mis amigos, los ayes de mis hijos y mi propia ansiedad, me pasé el día previo escribiendo y escribiendo. Mercedes me mandaba a la peluquería, Fernando a que leyera sobre las capitales de África y los mundiales deportivos…¡un aquelarre!

Así llegó el día miércoles. Mi hija se comportó más que a la altura de las circunstancias, despertándose con mejor humor que si partiéramos para volver a la Torre Eiffel. Y ahí fuimos, cargadas con mis mejores galas, ya que me habían dicho que debía llevar ropa muy arreglada.

Lo que sigue es la sesión de peinado y maquillaje, muy agradable por cierto. Me permitió comprender por qué Mirtha Legrand se ve veinte años más joven. (A una le revocan la cara mejor que cualquiera de mis mejores albañiles y la dejan planchadita como de tintorería).

Mercedes, mientras tanto, sudaba la gota gorda pegando las preguntas en unas cartulinas que le dieron y se preguntaba, seguramente, cómo podía estar en medio de tamaño lío del que, con mucha suerte, su madre saldría con un digno bochorno. Gracias al Ángel protector de las madres ridículas no me lo dijo. Por el contrario, se mantuvo estoicamente en la batalla, y tuvo como premio presenciar la grabación.

¡Sí, señores! Mi hija la presenció. A los participantes nos mandaron a la morgue. Detrás de una mampara donde estaban encaramados los aplaudidores profesionales. Calladitos y esperando nuestro turno. Con un frío antártico que me llevó a capturarle el abrigo a una aplaudidora porque ya me presentía cursando una neumonía. Calladitos y en fila, de la que fui la última, ya que me precedían un señor con aspecto de doctor y varias señoritas  aspirantes a ¿modelo?, aunque no puedo afirmar que la belleza no fuera acompañada de saber dónde quedaba El Cairo, porque no las oí abrir la boca. Para responder. No para atacar el catering. Se ve que todos pensamos: “difícil que lleguemos a concursar hoy, por lo menos disfrutemos de los canapés, que están riquísimos”.

No me equivocaba. Mejor haber comido los canapés. El programa se hizo lento, muy lento y solo alcanzó para las respuestas y preguntas del primer participante. Sofovich se enfurecía cada vez que erraba una respuesta y todo se tornó eterno… Así que quedamos, arreglados y sin visita, con la promesa de que volveríamos a ser llamados. ¡Ni acercarnos al conductor o a los protagonistas! ¡Dos horas detrás de una pared negra para volver a casa con las manos vacías, los pies reventados y el cerebro agotado!

No obstante, sirva de consuelo que a otros les fue peor. El elegante “doctor” estaba tan nervioso, que queriendo cortar una hilacha de su hermosa corbata de seda natural, evidentemente comprada para la circunstancia, se cortó la corbata y debió pegarla al forro ¡con Plasticola!

En cuanto a mí, hasta el día de hoy, no ha vuelto a sonar mi móvil…¿Deberé volver a situarme entre coles y arándanos, en lo de Mónica y César? ¿O tendré que pensar que ese día me llamaron porque locas que hagan cincuenta preguntas en un día quedan poquitas?

Pero no importa si no me vuelven a invitar. Verme sin arrugas no tuvo precio y a Mercedes le encantó ser parte del back stage y creo que hasta se sintió orgullosa de tener una mamá aventurera y dispuesta al papelón con tal de pasarlo bien.

Y “eso es lo principal“, como diría su abuela Juana.

Cati Cobas







5 comentarios:

RosaMaría dijo...

jajaja.... Cómo me divertí con tu relato! Imaginaba algo así, especialmente con la cara que pone Sofovich cada vez que yerra una contestación.Me encantó ver tu foto, estás de diez, como una actriz o mejor que eso como una mujer inteligente, feliz y atrevida. Me encantó el respaldo de tu familia, en especial de tu hija. Beso grandote.

RosaMaría dijo...

Estoy aquí otra vez para sugerirte que pases por mi blog, esto sí que no lo podría contestar Sofovich, ni siquiera Teté... más besos por tu valentía.

CATI COBAS dijo...

¡Gracias, RosaMaría!!!! Besos

Myriam dijo...

Buenísima caticrónica y extraordinaria experiencia. ¡Sos una valiente! Y genial Mercedes.
Besos

CATI COBAS dijo...

Gracias, Miri...Un besazo...