domingo, 26 de mayo de 2013

294- Caticrónica con "K"


Caticrónica con “k”

Sepan los lectores allende los mares que esta letra del título somete a parte de los argentinos,   entre los que se cuentan muchos de mis amigos más queridos, pero entre los que no me incluyo, a un estado constante de malhumor.

Para mí, que, gracias al Todopoderoso conservo la memoria, si bien no significa la perfecta solución a todos los problemas que en el 2001 me hacían clamar por los famélicos jubilados con Norma Pla a la cabeza, el jabón achicado, los gauchos choripaneros, los cartoneros hambrientos y el famoso corralito, es una letra bastante simpática, aunque no dejo de reconocer que falta mucho camino todavía y que no todo es blanco “Rinso” (para ser más bien antigua).

Igual que algunas cosas de este Buenos Aires y su edil me agradan, como el futuro centro de la ciudad a escala peatón, y otras me des…BORDA n y me hacen poner los pelos de punta, dándome vergüenza ajena.

Pero…volviendo a Buenos Aires, mejor honremos a la letra k, en una gran creación argentina, junto con el bolígrafo y la identificación a través de las huellas digitales (la Bersuit dixit).
Se trata del Kiosco. Sí, según la Wikisabia: “El DRAE prefiere la utilización de "q" para la letra inicial de "quiosco", aunque admite la utilización de la letra "k" ("kiosco"). La palabra original de la que deriva es kōšk, que significa "pabellón" en pahlavi; y ha llegado al castellano a través del francés kiosque, que a su vez la tomó del turco köşk, y éste del persa košk.
No me importa si la palabra proviene del persa, del pahlavi o del francés. Tampoco si ese apelativo corresponde a “ una construcción ligera formada por varias columnas o pilares que sostienen una cubierta.” Para nosotros es un pequeño comercio sin puertas ni vidriera en el que se venden golosinas, cigarrillos, bebidas frescas y algunos artículos de primera necesidad, si no nos ponemos exigentes en cuanto a marcas.

Si bien no dudo de su existencia análoga en lugares del mundo en los que no he estado, puedo afirmar por experiencia propia que no se trata del “estanco” español, ni la tabaquería francesa o la “drugstore” de EEUU, que venden algunos productos pero no todo junto. El kiosco argentino tiene características propias que hacen a nuestra historia, nuestra esencia y nuestro modo de vivir. Es diferente, singular. Habría que patentarlo…

En mi sexagenaria existencia los he visto desde siempre, pero puedo afirmar que han florecido al compás de crisis, desempleos e indemnizaciones en las muchas instancias difíciles que se vivieron por aquí.

Cuando a uno le daban unos pesos y quedaba en la calle, una de las alternativas era abrir la ventana de la sala y poner un…kiosco. ¡Llegó a haber tres o cuatro en una cuadra!

¿Cuál es la diferencia que los reivindica a mi criterio? Imagínese uno un domingo por la tarde, en un barrio donde todo está cerrado y se ha quedado sin papel higiénico, por ejemplo…¡Al kiosco se ha dicho!

¿Falta yerba mate? Otro que tal.

¿Nos quedamos sin carga en el teléfono? ¡Al kiosco, que proveerá la tarjeta  ad-hoc en pos de la comunicación!

¿Nos duele la cabeza? Ahí encontraremos analgésico.

¿La futura madre desespera por un helado a las cinco de la madrugada? Algún kiosco estará abierto para evitar el cucurucho en la frente del futuro infante.

La estrella de esta creación es el maxi-kiosco, generalmente ubicado en lugares por donde pasa mucha gente, suma a lo básico, alguna cabina telefónica, alguna máquina para conectarse a Internet y la infaltable máquina de café. Y, para más dicha, ¡lo hace las veinticuatro horas!

Siento, realmente, que estos lugares son un símbolo de lo mejor que tenemos: para empezar: cintura para gambetear las crisis. Luego: generosa imaginación integradora. Todo, en un solo sitio, en cualquier momento. Más allá: la gauchada, en una mini pulpería capaz de calmar al más sediento. Y si me apuran: sicología al paso, porque en los barrios estos lugares funcionan como oreja cálida en muchas ocasiones.

Claro que no deja de exponer nuestra peor faceta, en la mal afamada viveza criolla, cuando el kiosquero se abusa con los precios, y una aspirina termina pagándose más que una caja entera, por ejemplo.

No obstante, nuestro kiosco tiene a mi juicio más ventajas que contras, y por eso me permito bendecir a la letra que lo preanuncia y lo identifica, lo hace argentino.

Y propongo a todos reivindicarla y unirnos en ella, cubiertos, además de con nuestra hermosa bandera, con uno de los tolditos que suelen guarecernos cuando llueve y nos detenemos a comprar cualquier pavada.

Sí, amigos, ¿por qué no dejar las crispaciones de lado y hermanarnos en la “k” de cualquier kiosco al que acudamos?


Cati Cobas

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre lo dije: Sos una genia con tus caticrónicas.
El comentario más exhaustivo lo pongo en Fb.
Besos
Myri

CATI COBAS dijo...

¡Gracias, Miriam!!!! Besos

RosaMaría dijo...

Es la k que no crispo, que ayuda, cuando no te alcanzaban las monedas para el colectivo hasta hubo algún kioskero gaucho que las proveyó. Hermosa y justa crónica en honor del "K".
Besos

CATI COBAS dijo...

¡gracias, Rosa María, como siempre tan generosa...!